GRAN CHACO

Qué pasó con los pueblos indígenas chaqueños?

Este escrito se basa en el texto que Giada Connestari, fotógrafa y reportera italiana, me pidió escribir para una exposición de fotos de pueblos indígenas chaqueños en la ciudad de Arles (Francia), en Julio de 2016. En la misma, ella contrapuso fotos contemporáneas propias, a algunas fotos que datan de principios del siglo XX, tomadas por Boggiani y por A.V. Frič. El texto, colocado en la pared al lado de las fotos, debía ayudar a los visitantes de la exposición en su acercamiento y comprensión de las imágenes expuestas.

(O: un árbol de Palo Santo no puede volverse un árbol de Quebracho[1])

 

No podemos volvernos otros de los que somos, ni siquiera queriendo.

Pero los pueblos originarios e indígenas, también los del Gran Chaco, no tuvieron opción. Vino otra gente a apoderarse y a transformar sus lugares, y con ello quedaron destruidos sus medios de vida, ya no era posible continuar con su manera acostumbrada de vivir. Se encontraron obligados a someterse a un cambio que ellos mismos no buscaban. Todos y cada uno de estos pueblos tenía sus raíces y pertenecía a un territorio único, diverso a todos los demás territorios del planeta; era su territorio que daba expresión a su identidad colectiva inconfundible.

Necesitaban seguir siendo lo que eran: ellos mismos, creciendo en su propio plan de vida. Sin embargo fueron arrollados uno por uno, desarraigados y arrancados a sus territorios en los que habían vivido siempre, los territorios materiales geográficos, y también los territorios interiores que llevan dentro de sí. Entre las palabras con las que las sociedades no-indígenas modernas suelen referirse a este proceso figuran ‘progreso’, ‘cambio que es inevitable’, ‘mejoramiento de las condiciones de vida’. El largo y destructivo proceso colonial continua y ahora lo llamamos desarrollo.

La mayoría de los indígenas del Chaco, por su lado, aún no tienen palabras para lo ocurrido; las palabras de sus propios idiomas no lo saben describir.

Es una dolorosa historia de vivencias atrofiadas y perdidas. En vez de salir a cazar por comida y recolectar miel y frutos del monte, hombres y mujeres, e incluso niños y niñas, tuvieron que comenzar a buscar nuevas maneras de ganarse la vida, una vida que antes la tenían ganada. En vez de pasar las horas de todas las madrugadas alrededor del fogón para hablar del nuevo día, de la pasada noche, de sus sueños y de la vida, con niños y niñas escuchando, tuvieron que dejar sus casas y su gente, cumpliendo horarios de trabajos precarios, inestables y mal pagados al servicio de voluntades y proyectos ajenos. Lo abundante –como los animales del monte, los frutos, el agua, el tiempo, el silencio, el estar juntos- se volvió escaso, y caro de obtener. Lo que siempre tuvo sentido dejó de tenerlo. Todo lo que por siglos había sido claro y natural pasó a sumergirse en un mar de confusión. Los chamanes están callados y se volvieron invisibles. Ya no resuenan los cantos con los que los cantores y ancianos contaban y explicaban la vida.

*

Conocen las fotografías tomadas por Guido Boggiani y por Alberto Vojtěch Frič, en los años iniciales del sigo XX? Son también los años muy iniciales del contacto con los blancos. A esas fotos, la fotógrafa-reportera italiana Giada Connestari contrapone con su sensible maestría lo que ella vio un poco más que cien años después, en 2014. Es en la contraposición entre ambas miradas que pasan a aparecer las grietas que dan testimonio de la ruptura y del lento quiebre de aquellos mundos antaño enteros y coherentes. En esos cien años desvanece la belleza, la seguridad de sí mismos, la fuerza alegre y liviana del protagonismo propio, el orgullo de ser ellos mismos, y la profunda confianza en el mundo con el que desde siempre supieron convivir. En su lugar, aparecen la desorientación, la vergüenza y la duda, propias de los incontables intentos, una y otra vez, de hacer pie en el mundo ajeno, impuesto. Aún hay algunos que están buscando el paraíso prometido por los misioneros, pero terminan trancados y a la deriva, mientras que en su entorno se materializa cada día más el infierno.

Como los fotógrafos, somos observadores. Pero no solo: por más lejos que nos encontremos del Chaco, esa historia también es la nuestra. Escuchémosla con atención y nos descubriremos dentro de ella.

 

 

[1] afirmación de un líder indígena Ayoreo del Chaco Paraguayo


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