NIÑOS(AS) DE LA CALLE

Sentidos desde la sociedad

Niños y Jóvenes de la Calle

      

 I. Introducción

Lo referido aquí trata de los niños y jóvenes que – de las más variadas formas – viven en la calle.

Llevo, como muchos de los presentes en el Simposio, muchos años de inquietud y de trabajo comprometido en este tema. Hoy me molesta que sea un «tema», una mera fracción de la realidad, reservada a especialistas – nosotros! Somos relativamente poca gente, agentes autoproclamados o designados por nuestras sociedades para lo social. Hemos trabajado mucho y también cometido errores.

Lo innegable es que nuestro trabajo tuvo y sigue teniendo su valor y su importancia: acompañamos desde la sociedad a los niños de la calle, los sentimos y les damos una posibilidad de sentir, alentamos su vidas, en lo individual.

Pero: no hemos tocado el fenómeno en sí. En aras de la institucionalización nuestra, de la inclusión de «educadores de la calle» entre las carreras que ofrecen las escuelas de servicio social, sentimos no solo satisfacción, sino sobre todo frustración e impotencia: el fenómeno de los niños de la calle crece, se extiende, se va modificando, y se institucionaliza, como dije.

Hoy quiero tomar los mencionados sentimientos, esa insatisfacción con lo que pasa y lo que hacemos, como motivo para tomar una nueva mirada tanto de la postura de la sociedad como del fenómeno en sí.

Qué hacen nuestras sociedades con relación a los niños de la calle? Lo ven esencialmente como un fenómeno negativo; algo que molesta e inclusive amenaza; lo tratan como si fuera una enfermedad de la sociedad – y, consecuentemente con esa imagen, tratan de «curarla» como la sociedad moderna plantea curar: solucionar; disolver; hacer desaparecer el fenómeno, si posible; sino, atenuarlo, para sentirlo menos; excluirlo de nuestra vida y conciencia cotidiana.

En lo que sigue me propongo, como alternativa, mirar sin partir de la visión de algo indeseable, negativo. Trato de no hacer juicios de valor, sino de entender simplemente lo que hay y lo que pasa, suponiendo de que podría tratarse de un fenómeno que tiene sentido.

Podría ser que el fenómeno de los niños de la calle cumpla un papel a nivel de nuestras sociedades? por ejemplo un papel «autocurativo» en lo social? que se trate no de una molestia, sino, al contrario, de algo útil, algo que en vez de reprimirlo deberíamos fortalecer y vivir más?

 

II. Intento de interpretación

Este intento de ver e interpretar lo que pasa es mío, es mi mirada particular; como tal, vale para mi; tal vez valga también para los demás; pero definitivamente no suplanta la mirada e interpretación que todos los miembros de nuestras sociedades pueden hacer – individualmente y en conjunto.

Mirar e interpretar significa en primer lugar acerarse, sentir, dejarse llevar por lo que hay, exponerse, abrirse a los mismos niños y jóvenes, observarlos, escucharlos también.

Qué significa su presencia entre nosotros? qué mensaje le dan al cuerpo social al que pertenecen? No se trata de un mensaje consciente que dan; la pregunta apunta hacia un mensaje que da su presencia y su manera de vivir; un mensaje interpretable por nosotros como sus con- vivientes sensibles.

En mi caso, vi. y veo lo siguiente:

1) Los niños de la calle son una parte no integrada a la sociedad. Como tal, representan la exclusión, podríamos decir que son un monumento a la exclusión que hacemos no solo con ellos, sino con todo lo que no es perfecto, con lo enfermo, lo que molesta, lo extra- ordinario, lo que no es compatible con nuestro mito de sociedad.

2) Viven, representan, nos plantean un tipo diferente de socialización y crecimiento infantil; su educación es más que nada autoeducación. Esta educación ocurre no en las instituciones previstas (escuela, familia), sino en el espacio público, «en sociedad», y parece basarse en el principio de «agarro lo que necesito y me es útil para la vida que llevo»; se sirven libremente de los hechos cotidianos de una realidad no ficticia. Se contrapone a nuestra educación institucionalizada que le dicta al niño y joven pautas y contenidos preestablecidos, cuyo referente es un mundo muchas veces ficticio; y que deja poca libertad de seguir impulsos e intereses individuales y espontáneos.

3) Viven en la desestructuración de nuestro orden cotidiano:

– viven el desgaste y reemplazo de los valores oficialmente proclamados por nuestras sociedades

– viven y expresan lo relativo que es la propiedad privada y ajena

– viven su intimidad en la calle, y con eso disuelven el limite entre lo privado y lo público

– el tiempo no juega un papel muy importante: pierden la noción del tiempo

– «aprender del pasado, digerirlo antes de seguir» no vale: en muchos casos perdieron el acceso a un pasado traumático

– con ello también perdieron la noción del futuro: viven el ahora

– no se protegen, puesto que no se sienten valorados y no se valoran a sí mismos

– sobreviven gracias a su adaptabilidad

– se drogan, y con ello, salen de la cruda realidad, sueñan, se van

– etc.

Vuelvo a las preguntas de antes: Los niños de la calle hacen algo útil para la sociedad, al representar tales características, al vivir todas estas situaciones radicalmente y en todas sus consecuencias?

Cuántas de las características enumeradas son en realidad también características nuestras, de todos, pero no asumidas, no vividas; características no presentes en toda la sociedad, pero que la sociedad necesita?

– La relativización de la propiedad privada y del concepto de lo propio y lo ajeno: acaso no es uno de nuestros mayores problemas la falta de distribución equitativa de bienes, y la defensa de la propiedad privada aún cuando la vida (colectiva) está en juego?

– El tipo diferente de socialización y la autoeducación de los niños de la calle: podrían apuntar hacia formas radicalmente diferentes de educación, en un momento cuando sabemos que, en el fondo, nuestros sistemas educativos no logran preparar para la vida en el sentido amplio, humano?

– No necesitamos acaso, para vivir nuestras vidas cada vez más difíciles y complejas, algo de la adaptabilidad y flexibilidad de los niños de la calle?

– Pensando en nuestra infructuosa búsqueda de soluciones a los problemas de nuestras sociedades: cuanto nos haría falta salir de lo cotidiano, de lo acostumbrado, incluso desestructurarnos un poco para encontrar caminos nuevos?

– Los niños de la calle disuelven el limite entre lo público y lo privado. No es acaso la ubicación de este limite entre lo público y lo privado uno de los temas más prominentes de las discusiones ideológicas, políticas, económicas actuales?

– etc.

 

Resumiendo este pensamiento, me gustaría plantear la pregunta siguiente:

Sería factible pensar que, si nosotros fuéramos y viviéramos más como ellos (los niños de la calle), ellos podrían ser y vivir más como nosotros? que mientras no ocurra eso, ellos seguirán como ahora? que nuestro ser más como ellos, podría constituirse en una vía hacia la salud social y de paso, la salud de ellos?

Se ve que lo dicho apunta hacia una vía que plantea en primer lugar cambios en nosotros, no en ellos, como se suele hacer.

 

III. Consecuencias para la práctica

En consecuencia a lo planteado, parece de suma importancia el tratar de dar más fuerza a la presencia de los niños de la calle en nuestras sociedades, y de buscar las formas de fomentar de que sean sentidos y percibidos, y de que su presencia y sus características puedan ser interpretadas y aprovechadas por todos, en todo lo que nos enseñan, integrando su sentido y su mensaje a la conciencia de nuestras sociedades.

En términos prácticos, esto significaría:

1) Acercarnos, y permitir que todos puedan acercarse a los niños de la calle como con- vivientes sensibles que tratan de entender. Esto no debería ser un privilegio de agentes sociales, especialistas o investigadores, sino vivencia de todos.

2) Los que sí profesionalmente comparten a diario las andanzas de los niños de la calle: comunicar lo visto, difundirlo, de las más diferentes maneras, para dar acceso a los demás. Esto no implica dejar de hacer el trabajo social y de acompañamiento; es más, es ese trabajo que posibilita tener una visión privilegiada, a ser compartida con los demás.

3) Fomentar de todas las maneras posibles de que los niños de la calle sean cada vez más presentes en todos los espacios, para que el común de la gente se pueda encontrar con ellos, sentirlos, vivir con ellos; vivir su presencia, incluso en lo negativo, en la amenaza, en la molestia.

4) Tomar conciencia en donde estemos, de las instancias de exclusión que existen y actúan para apartar el fenómeno y atenuarlo, en búsqueda de la supuesta tranquilidad de la sociedad. Utilizar cada persona el poder y la ubicación que tiene, para evitar la creación de nuevas instancias de exclusión. – Esto significa, entre otros: hacer lo contrario de lo que muchas veces se planteó: no sacarlos de la calle, sino fortalecer su – de todas maneras inevitable – presencia en la calle

5) Fomentar que la sociedad pueda vivir su conflicto con estos niños dis- sociados.

6) Ayudar a los niños de la calle a que hablen, se expresen, con palabras, pero también a través de su presencia y de lo que son. Ayudarles a que puedan cumplir su misión social, curativa.

7) Cuestionar y evitar las acciones y proyectos omnipotentes que crean la ilusión de solucionar  el problema, además sin tocar al resto de la sociedad; que desvían la atención y protegen a la sociedad contra la presencia de los niños y jóvenes de la calle, y sus efectos.

8) Quizás lo más importante: Cambiar, cambiar nosotros y empezar a incorporar en nuestras vidas particulares las características que cada persona vemos y encontramos en ellos: ser más como ellos.

 

Benno Glauser (ponencia)

5to SIMPOSIO INTERNACIONAL

Del Trabajo Móvil con Niños y Jóvenes de la Calle

Santiago de Chile – Septiembre 1994


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