GRAN CHACO

El Chaco – Hacia una sustentabilidad a largo plazo: aportes conceptuales

"El Gran Chaco es un organismo vivo – habitantes, naturaleza, cursos de agua, clima, cielo. Imaginemos que es como una persona..." - Un acercamiento al Chaco y una descripción de algunas de sus características fascinantes; escrito en 1996. La destrucción del que fue objeto el Chaco en los últimos más de veinte años vuelve aún más importante no perder de vista este acercamiento a su identidad y su modo de ser.

El Gran Chaco es un organismo vivo – habitantes, naturaleza, cursos de agua, clima, cielo. Imaginemos que es como una persona. Un organismo que en pocas décadas sufrió transformaciones considerables. Cambios aún más incisivos lo amenazan en la actualidad, bajo la forma de diversas iniciativas y proyectos que se encuentran en preparación. Más que nunca nos encontramos en la obligación de preguntarnos: qué significa nuestro actuar humano para este organismo inmenso, el Chaco?

Para contestar la pregunta, este aporte propone descubrir «en qué está el Chaco», hacer una lectura de lo que ocurre, mediante una cuidadosa observación. Esa observación nos permitirá luego sacar elementos para un diagnóstico más completo y delinear algunas medidas a ser tomadas en cuenta.

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Comúnmente, como base de un diagnóstico, se aportan datos macro- económicos, sociológicos, geológicos, agronómicos, últimamente también ambientales. La lectura que aquí se propone, sin embargo, arrojará datos que por lo menos en parte son complementarios a los datos habitualmente incluidos en este tipo de análisis. Hablan de las características del Chaco, de su mismo modo de ser, y de los procesos – sociales y ambientales – que allí transcurren. Tenerlos en cuenta puede ser importante para decidir qué hacer con el Chaco, en el Chaco, qué proyectos y medidas aplicar. Porque – y ésta ya es una primera observación: conocemos las peculiaridades del Chaco y sabemos que es un ser, un ente muy delicado. No le viene bien cualquier cosa.

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Un primer tipo de observaciones se relacionan con las características ancestrales y el modo de ser del Chaco:

1     Las personas que han ido al Chaco, tal vez lo vivieron y sintieron también: como el Chaco es plano, estar allí da un sentimiento muy particular: no hay horizonte; al viajar, parece que uno no se va a ningún lado. Se siente desconexión con el resto del mundo. A veces captamos un ambiente de «estar simplemente», una suerte de tranquilidad que, dentro de nuestro habitual activismo, la vivimos como inmovilismo. No hay a dónde ir: lo más lejano que está a la vista es, aparte de las nubes, algún punto en la cercanía. Uno recae sobre sí mismo; prevalece el estar centrado sobre si mismo, la vida interior y lo local; los detalles de la vida del lugar en el cual estamos, cobran más importancia. Se está abierto a lo que ocurre allí, y al aprovechamiento de cualquier oportunidad que allí se puede ofrecer repentinamente. No en balde las etnias chaqueñas son recolectoras. Las características del estar en el Chaco marcan a sus habitantes, y encontramos sus efectos nuevamente en su modo de ser.

2         La observación siguiente se refiere a algo que las personas que no viven desde siempre en el Chaco perciben como una condición básica de escasez y carencia. Hay poca agua, y no en todas partes; la vegetación no es exuberante, en comparación con otras regiones, los recursos de la naturaleza aparentan escasear, y hasta las personas. – Esta observación se agudiza cuando llegamos de una vida repleta de los elementos propios de nuestra cultura de vida moderna. – El habitante tradicional chaqueño vive su vida con recursos más simples, menos abundantes; es una vida más cercana al mínimo y al puro sobrevivir.

El haber menos «cosas» crea un sentimiento de más espacio, más vacío, mas silencio, pero también más disponibilidad. Donde no hay mucho, los sentidos necesitan volverse más agudos para poder captar lo que hay; y el que agudiza sus sentidos en el Chaco comienza a percibir una variedad y riqueza diferentes a otras, de un carácter muy propio.

3         La característica siguiente que observamos parece hacer juego a las ya referidas, relacionadas con el énfasis en lo local, y la disponibilidad mínima de recursos: las relaciones sociales son muy esenciales en el Chaco, y no solamente las relaciones sociales entre los habitantes, las personas, sino también las relaciones – también «sociales» – entre las personas y su medio ambiente, su entorno. Para poder sobrevivir en las condiciones del Chaco, hay que saber agenciarse uno mismo, pero también saber dónde recurrir, dónde contar con apoyo y conseguir ayuda en caso necesario, y hay también una obligación moral de prestar ayuda – los Chaqueños están interrelacionados en una red vital informal de socorro mutuo. También hay que saber, a dónde ir para encontrar el recurso que repentinamente falta donde uno está. No se puede vivir ni sobrevivir de manera aislada en el Chaco, en el anonimato, y sin mantenerse en una relación íntima y respetuosa con la naturaleza.

4         Una cuarta observación, la última de este tipo, se refiere a un elemento clave en el Chaco, el agua, los cursos del agua y los ríos. Hay ríos subterráneos, el Timane, el Parapití en un tramo largo. Hay una vertiente al Norte hacia la cuenca amazónica, y hay dos hacia el Sur, que se juntan en el Río de la Plata: En el Chaco, las aguas se separan; las aguas no van a Chaco, salen del Chaco. Consultado por el autor, un conocedor de estudios geológicos e hidrológicos, pero también conocedor de los habitantes del Chaco dijo que el comportamiento de los ríos es «divagatorio». No son constantes, sus cauces varían de manera natural, aún sin el impacto del hombre moderno. Dijo: «los ríos chaqueños son como la gente chaqueña: hacen lo que quieren». Y agregó: «ocurren cosas que los modifican, pero a la larga quedan igual».

Salvo…habría que agregar, salvo cuando las modificaciones son muy fuertes e incisivas, como la desforestación, o las modificaciones de los cursos acuáticos o del clima, ocasionados por el hombre.

Esta cuarta observación pone un énfasis adicional en la imagen que surge del Chaco. Lo vemos salvaje y que escapa a nuestro control y «hace lo que quiere»; a la vez, lo sentimos inerte, haciéndonos acordar del «no pasa nada» y del inmovilismo mencionado más arriba. O si pasan cosas, todo vuelve a lo mismo. – De paso tenemos que introducir una diferenciación: hay modificaciones que el Chaco digiere sin cambiar su naturaleza, y otras, que lo modifican profundamente. Hay modificaciones y modificaciones.

Resumiendo las cuatro observaciones, surge del Chaco la imagen de un organismo centrado en sí mismo; los procesos locales tienen mucha importancia al igual que el estar abierto a las oportunidades locales; de suficientes recursos – según la vida que se pretenda vivir en el Chaco – pero accesibles solo con cierta sensibilidad y disponibles solo en cantidad limitada. La interrelación mútua en una red vital disponible y dispuesta es condición importante para la vida chaqueña; y: lo que surge de la cuarta imagen, la de los ríos: el Chaco tiene vida propia, que no siempre entendemos; es a la vez resistente al cambio, pero al mismo tiempo sumamente vulnerable a intervenciones masivas.

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Un segundo grupo de observaciones se refiere al hecho de que diferentes personas perciben al Chaco de manera muy diferente: existen y se superponen dos o más realidades.

5         Un primer ejemplo de esto lo tenemos cuando pensamos en los grupo de indígenas Ayoreo que aún viven en el monte, sin contacto directo con la población y civilización circundante. Se mueven en su territorio tradicional, viven más o menos su tradicional vida de cazadores y recolectores; sabemos que a veces observan, escondidos en la altura de algún árbol, a viajeros blancos que pasan por allí, o a una de las pocas familias blancas que viven en su territorio; recogen elementos nuestros como plástico y aluminio…. Aquí es interesante plantear la pregunta: qué percepción de la realidad tendrán ellos? Poniéndonos en su lugar e imaginándonos que formamos parte del grupo indígena en el monte, vivimos en lo que llamamos la República del Paraguay, con límites, con una división política interna, con rutas, ciudades, con un Gobierno y una organización estatal, pero no lo sabemos. Vivimos simplemente en nuestra tierra de siempre, la que para nosotros tiene sus límites, lugares de referencia, caminos; la sentimos más estrecha, por cierto, percibimos más incursiones de otra gente, pero no sabemos prácticamente nada ni del Paraguay ni del resto del mundo. Apenas vemos los aviones que van a Bolivia pasar encima nuestro los Martes y Viernes, pero no sabemos que es Martes o Viernes. – Dos percepciones de una misma realidad. Los Ayoreo viven en nuestro mapa sin saberlo, viven en nuestro tiempo sin saberlo. O: nosotros vivimos en su realidad sin tomarla en cuenta, en su territorio sin conocerlo; en su mundo y en su tiempo sin darnos cuenta. …Mientras, asumimos con total naturalidad que nuestra percepción de la realidad, apoyada en una conceptualización universal del mundo, es la correcta. – Qué hacer con esta superposición?

A partir de ella, hay dos visiones del mundo y del futuro, la nuestra, la de la mayoría, y la de «ellos», de los que siempre estuvieron allí.

Hay también dos mapas o sistemas de mapeo social superpuestos: mientras que el nuestro separa paraguayos de bolivianos y argentinos, indígenas de criollos y Mennonitas que habitan el Chaco, el mapa social Ayoreo consta además de una red invisible que se extiende por todo el Chaco hasta donde fue y es habitat tradicional de los grupos locales Ayoreo – desde el Oeste hasta el Rio Paraguay y desde el Norte del Chaco Boliviano hasta el Chaco Central Paraguayo –  una red de relaciones clánicas que le permite a todo Ayoreo, esté donde esté, encontrar apoyo y ayuda por parte de los que pertenecen a la misma familia clánica y mitológica, que a la vez crea familiaridad con ciertos elementos de la naturaleza.

Se superponen también dos conceptos de tierra: el hombre blanco concibe la tierra como algo que se puede poseer, propiedad privada o asociativa, excluyente, que da derecho absoluto, hasta el derecho a destruirla. – La otra concepción es la indígena (no solo Ayoreo, en este caso), que no implica propiedad, sino uso, poder acceder y usufructuar – si lo expresamos en nuestros términos jurídicos; pero que a la vez implica la existencia de una unidad con la naturaleza: destruirla, sería destruirme a mi mismo y a nosotros mismos. – En este punto descubrimos que en la otra realidad, la de «ellos» existen conceptos y la conciencia de una relación con la naturaleza que nosotros no tenemos en nuestra realidad hoy en día mayoritaria. Tener esa conciencia a nivel más general puede ser vital para la sobrevivencia del organismo Chaco – y la nuestra en general.

Se superponen finalmente dos sistemas conceptuales jurídicos, que definen de manera hasta contradictoria lo que es lícito y lo que no lo es. Habitualmente, nosotros concebimos esta otra realidad jurídica no bajo sus propios términos, sino los nuestros. Hablamos de un derecho indígena a la tierra, pero lo definimos con las imágenes y los conceptos de nuestra legalidad. Surge la pregunta si un grupo indígena podrá a la larga vivir en las tierras concebidas según nuestro sistema conceptual jurídico….

Resumiendo estos datos constatamos la desconcertante existencia de dos realidades, dos mundos, dos o varios sistemas de creencias. No podremos desconocer este hecho, más aún cuando una de estas realidades parece contener elementos cuya vigencia puede ser vital para el sistema Chaco en su conjunto; hay allí algo que proteger, preservar para el conjunto; por el otro lado, esa realidad con los elementos vitales es hoy minoritaria, y está siendo desconocida y amenazada. – Descubrimos que el Chaco tiene una vida interna delicada, fascinante y actualmente afectada por conflictos. Hay una pelea de sistemas de creencia y de vida que se libra con mucho poder y mucha violencia, con armas muy desiguales.

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Un tercer grupo de observaciones enfoca algunos aspectos de los procesos sociales que transcurren en el Chaco.

6         El primero que llama la atención habla de los Mennonitas del Chaco Central Paraguayo. Llegaron en condiciones de precariedad y penuria a fines de los años veinte, para ocupar las tierras que hoy son el centro de un poder económico y político que nadie puede desconocer. Las tierras que compraron de una compañía argentina eran tierras indígenas. Los Mennonitas mismos trajeron consigo la amarga experiencia de un pueblo expulsado por sus creencias espirituales de su tierra y de otras, más tarde, y la determinación de defender el espacio vital conseguido en el Chaco, el único lugar que les quedaba dónde mantener su sistema de creencias y una vida concordante con ese sistema. – Este interés se opuso, y se opone hoy en día de manera crecientemente aguda a los intereses indígenas. Afectados por un conflicto religioso europeo del siglo 18, los indígenas del Chaco Central viven hoy, dentro de las colonias mennonitas, en un sistema de tipo «apartheid» – quiere decir no verdaderamente integrados; tienen que competir con los intereses expansivos mennonitas de asegurar tierra, y constituirán probablemente el estrato social «problema» del futuro de las ciudades mennonitas – hoy en día aún los mennonitas consiguen mantener los sin- tierra indígenas más lejos de las colonias.

Me llama la atención cierto paralelismo: Ambas poblaciones – los Mennonitas y los diferentes grupos indígenas – necesitan el espacio vital dónde mantenerse en su identidad colectiva, sus creencias y su modo de vivir. Por el momento, los Mennonitas se imponen por su poder; con el tiempo, esta situación puede erosionarse: puede ser que los indígenas se impongan por su número y por la presión existencial de condiciones de vida invivibles. Aunque las imágenes que se proyecten sean otras, se trata de una situación de conflicto con cierto potencial explosivo. La pregunta es, si existen alternativas a la escalada de ese conflicto.

El caso mennonita no es el único de un conflicto exportado al Chaco: hace tiempo que la injusta distribución de tierras de la región oriental del Paraguay causa la migración de miles de familias criollas al Chaco, donde tratan de asentarse como ocupantes precarios, tal como ocurre también en el Chaco boliviano y argentino, donde los criollos – que a su vez son víctimas del sistema político social dominante – vienen a enfrentarse y competir con otras víctimas del mismo sistema por delicadas y vitales oportunidades de sobrevivencia.

En muchos casos, las partes enfrentadas no se miran, son ciegas a la necesidad del otro; su propio dolor, su propia necesidad y su propio miedo no les permite percibirse mutuamente. Todos han sido víctimas y ahora defienden desconfiados la posibilidad, tal vez última, de poder sobrevivir. Aparte de no mirarse unos a otros, desconocen, no logran entender las fuerzas y los procesos más grandes que los envuelven y los vuelven enemigos.

Falta mencionar otras fuerzas presentes y que pretenden el Chaco: los gobiernos de los países chaqueños y otros gobiernos de más lejos; estancieros y ganaderos; especuladores de tierras; extranjeros desconocidos que compraron grandes extensiones; colonias de nuevos inmigrantes; intereses corporativos nacionales y extranjeros, interesados en el Chaco en busca de asegurarse recursos naturales, bases de productividad o simplemente lugares de inversión. – Si imaginamos a nuestro continente como un árbol cargado de frutas codiciadas, el Chaco es una de la últimas frutas de este árbol que quedan aún por ser agarradas – hasta hace poco había aún otras, más atractivas, más cercanas al alcance de los centros de poder.

Hay fuerzas que necesitan al Chaco para vivir, y otras, que no lo necesitan, pero lo usan para fines expansivos, de poder y de lucro. Otra diferenciación que nos conviene tener en cuenta.

Al inicio nos referimos a una situación internamente conflictuada; con el análisis de unos pocos aspectos de los procesos sociales que se dan actualmente, vemos al Chaco también envuelto en conflictos externos: nos muestra al organismo vivo que aquí analizamos como escenario gigantesco de conflictos de intereses de grupos humanos; algunos de estos intereses son innegablemente legítimos, mientras que otros son claramente cuestionables.

El futuro del Chaco es impensable sin una solución que permita la convivencia y la simbiosis de estos grupos humanos que hoy necesitan al Chaco para vivir – los que realmente lo necesitan para vivir.

Pero se vislumbra también que parte de la sobrevivencia del Chaco depende del conjunto al cual pertenece como un ser social, miembro de una sociedad mundial de regiones y territorios, un ser que hasta ahora se dejó en paz, porque estaba lejos y parecía ser un poco pobre. Ahora ya no, ahora hasta los últimos lugares de la tierra son necesitados para el futuro de la humanidad moderna. Y este ser está en peligro de ser atropellado por la ciega y descoordinada necesidad de esta humanidad – en ciertos casos una necesidad vital, en otras una necesidad artificial y desmesurada. El ente Chaco, de salud inmutable durante miles de años, no resistirá cualquier impacto del ahora.

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Aunque no todos ocupemos lugares de poder e influencia, a todos innegablemente nos incumbe asumir la responsabilidad de ciudadanos de un país en el cual está situada una parte del Chaco; como tales, tenemos un rol que cumplir con la tierra en la cual vivimos. Al finalizar la breve lectura sobre el estado actual del Chaco, podemos deducir algunas conclusiones y formular criterios que, asumiendo nuestro rol, tendremos que tener en cuenta cuando el gobierno, los organismos internacionales de cooperación o grupos de interés privados planteen iniciativas y proyectos de desarrollo nuevos.

1.         Es importante considerar al Chaco, tal como lo hizo el presente aporte, no por partes, no por sectores o grupos de interés, o enfoques profesionales, sino como un organismo vital íntegro, cuya vida y sobrevivencia – con su modo de ser propio – debe estar en el interés de todos.

Esto significa para los futuros planteos: conciencia holística, enfoques multidisciplinarios, reconocimiento del acontecer global y del interrelacionamiento entre partes, grupos, sectores, disciplinas, intereses; significa también contribuir para el manejo favorable de los conflictos presentes, tanto los humanos como aquellos con el ambiente, con la naturaleza; significa, por último, saber quiénes somos, dónde están nuestros intereses legítimos como sociedad entera o como sector social con el cual nos identificamos, y dónde están los intereses del Chaco en su integridad. Puede ser que estos intereses no coincidan.

2.         Descubramos cómo es el Chaco realmente, antes de decidir qué medidas aplicarle. Pongámonos a escucharlo. Al captar su modo de ser, tenemos mayores posibilidades de apreciar y decidir las medidas que el Chaco necesita, que no son necesariamente aquellas que a nosotros nos gustan.

Esto significa en lo concreto: descifrar los mensajes e interpretar los signos vitales del Chaco; buscar entender las imágenes que captamos en el campo de todas las disciplinas y canales de nuestra percepción, ampliando los habitualmente usados y complementándolos con otros, en todo lo posible; puede ser que tengamos que suspender temporariamente nuestros conceptos, categorías de percepción e imágenes, con el fin de captar mejor lo extraño y aún desconocido por nosotros.

3.         Respetemos al Chaco. Esta propuesta suena algo infantil, como «seamos buenos».

En concreto, significa diferenciar entre nuestra necesidad y la del Chaco; subordinar la nuestra a la del Chaco; hacer valer nuestro interés y nuestra necesidad si coincide con el interés y la necesidad del Chaco en su integridad, con toda la gente y toda la naturaleza.

4.         Tomemos al Chaco como maestro: no nos enseña solamente qué hacer con él, sino nos ofrece también oportunidades de aprendizaje que nos servirán para otras situaciones parecidas. El trance que vive el Chaco hoy es en parte representativo de lo que viven otras regiones del mundo. Si logramos que el Chaco viva, habremos aprendido también a dar y permitir la vida de otros organismos similares – pensemos en los ecosistemas de la Región Oriental – y, no por ultimo, de nosotros mismos.

Entre las enseñanzas que nos da el Chaco, están la importancia de la atención al acontecer local; la necesidad de medir y usar con cuidado y delicadeza los elementos necesarios para sobrevivir; la importancia vital de las relaciones sociales y la conciencia de poder sobrevivir solo a condición de que haya mutuo respeto entre personas, grupos y con la naturaleza; la necesidad de gestión favorable de los conflictos que oponen sistemas de creencias, sistemas de vida entre sí; el redimensionamiento de nuestras pretensiones y la búsqueda de un equilibrio más favorable entre nuestra voluntad y el acontecer global.

Benno Glauser (1996)


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